Paseando por las ruinas me vino a la memoria un programa de televisión sobre algas en el que se afirmaba con asombro que "hasta los romanos comían algas", por lo que no es de extrañar que el garum o el atún estuvieran condimentados con las algas que el mar allí arroja, entre las que destacan sobre todo Cystoseira usneoides, Laminaria ochroleuca o Saccorhiza polyschides, rebautizadas hoy por los lugareños como coletos y sargazos.
Esta pinta tenía el garum entre restos de atunes. Solo le faltan las algas
El caso es que a través de una iniciativa de Antonio Vegara, profesor del Centro de Educación Permanete Al-Yazirat de Tarifa, mezclada con enormes dotes de ilusión, unos descendientes de aquellos pobladores del entorno de la ciudad romana han creado una cooperativa que pone en valor a las algas gracias a los alginatos de Laminaria y Sacchorhiza y diversos compuestos y elementos químicos que surgen de la decoción.
La iniciativa de algas de bolonia es digna de todo elogio y ha producido numerosos productos derivados del gel de algas (cremas, jabones, etc) extraídos de estas especies de arribazón. No dudéis en preguntar por ellos en vuestra visita.
Yo he podido probar los jabones, crema facial y de manos que el bueno de Antonio me regaló. El solo contacto con estos productos me lleva a respirar los aromas de estas playas del Estrecho y cargar en mi memoria las imágenes de este rincón gaditano, donde los sentidos explotan en toda su plenitud.
Dignos herederos son por tanto estos ciudadanos de aquellos que en su día moraron en esta bellísima ciudad.
Crema facial "Algas de Bolonia" sobre un jabón hecho artesanalmente con alginatos.